martes, 5 de febrero de 2013

De smart city a social city


De smart city a social city. Andy Stalman. 17/10/2012.

Ed Glasser, economista de la Universidad de Harvard, sostiene que "las ciudades son el mayor invento de la humanidad" y agrega que "también nuestra mejor esperanza para el futuro". Glasser remata argumentando que "gran parte de lo que la humanidad ha alcanzado en los últimos tres milenios ha salido de las creaciones notables de colaboración que van saliendo de las ciudades. Somos una especie social". Somos animales sociales viviendo en entornos que deben repensarse, readaptarse. Evolucionar.

Smart Cities

Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en el año 1950, una de cada tres personas vivía en áreas urbanas. La institución calcula que hoy, más de la mitad de la población vive en ciudades; en 2030, esta cifra ascenderá al 60%; y en 2050, podría suponer hasta un 75%.

Las ciudades ya son el epicentro del planeta y de su correcta planificación dependerá el futuro de la humanidad. Ya son casi dos millones de inmensos collages que crecen, se vuelven más heterogéneos y poseen un engranaje muy difícil de articular. En este contexto, el inminente reto es personalizar un entorno cada vez más impersonal y naturalizar una vida que tiende al artificio. Por eso, los nuevos modelos de smart cities o ciudades inteligentes promueven los postulados de sostenibilidad, tecnología, vanguardia, conectividad, desarrollo, eficiencia y bienestar.

A grandes rasgos, podemos considerar smart cities a aquellas ciudades que apuestan por la innovación en cuatro niveles: en primer lugar, en sus infraestructuras, fundamentalmente en las que tienen relación con los servicios públicos; en el desarrollo económico y humano sostenible, mediante una gestión de los recursos naturales respetuosa y eficaz; en la mejora de la calidad de vida; y, por último, en la relación hacia y entre sus ciudadanos, a través de una administración basada en la participación.

Además, una verdadera ciudad inteligente debería ser capaz de obtener un ahorro con el que atender nuevas necesidades y seguir invirtiendo en desarrollo.

En el mundo existen ya numerosas propuestas de smart cities. Algunas de nueva creación, como la coreana de New Songdo, al oeste de Seúl, que tiene el objetivo de transformarse en un referente internacional en el ámbito de los negocios. Se calcula que su precio ascenderá a los 35.000 millones de dólares. En el polo opuesto, encontramos a Viena, un claro ejemplo de reinvención a todos los niveles. El experto estadounidense Boyd Cohen considera que es uno de los ejemplos modélicos internacionales de calidad de vida urbana.

España no vive de espaldas a esta nueva realidad y cuenta con varios ejemplos de iniciativas que han apostado por el concepto de smart city. La consultora IDC acaba de publicar un informe sobre esta materia en el que establece un ranking de las ciudades que lideran esta tendencia: Barcelona, Santander, Madrid, Málaga y Bilbao.

Social Cities

Sin embargo, en estas grandes ciudades, más allá del progreso, la preservación del medio ambiente, la llegada de la e-administración, la eficacia y el desarrollo cultural, existen ciertas consecuencias sociales, tal vez no tan deseadas. Se ha perdido la cercanía que proporcionaba la plaza del pueblo, las puertas abiertas a pie de calle, la conexión innata en el seno de las áreas rurales.

En este sentido, si el objetivo es mejorar la relación que las ciudades mantienen con sus ciudadanos, además de ser las más innovadoras, las más tecnológicas, las más eco-eficientes, las administraciones deberían ser también las más sociales, las más participativas, las más interconectadas. De lo contrario, se podría perder de vista su principal objetivo: el bienestar de todos sus habitantes.

En este caso, podríamos proponer el concepto de social cities como complementario del de smart cities. Al fin y al cabo, son los ciudadanos quienes configuran la personalidad de un núcleo de población, los que construyen un carácter único y contribuyen de forma determinante a crear cada ciudad.

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